Incendios forestales: no todo es cambio climático
Este artículo apareció en TheConversation, ElDiario.es, LaMarea, y aquí, entre el 18 y 19 de agosto de 2021. Aquí incluyo una versión previa, ligeramente más larga que la publicada en el resto de medios.
En estos días de olas de calor se están produciendo grandes incendios en el Mediterráneo, especialmente en Turquía, Grecia, Italia, Argelia. Situaciones parecidas se están dando en otras partes mundo (California, Canada, Siberia, etc.). Y algo similar vivimos el verano pasado. Por ello se entiende que, repetidamente, me pregunten si todos estos incendios son consecuencia del cambio climático. La respuesta corta es que el cambio climático facilita los incendios (facilita la propagación del fuego y extiende la temporada de incendios), pero no determina que haya incendios. A continuación intento responder de manera más detallada.
Los ingredientes
Para que se den incendios se necesitan al menos tres ingredientes, que además deben darse de forma simultánea [1]. Estos ingredientes son: igniciones (naturales o humanas), vegetación densa y continua (combustible), y sequía. La relación de estos factores con los incendios no es lineal, sino de tipo umbral. Es decir, hay un nivel de igniciones, de continuidad de vegetación, y de sequía, a partir de los cuales la probabilidad de incendio aumenta de manera exponencial (se dispara).
Cuando se superan los tres umbrales se generan megaincendios de difícil control. Y estos umbrales varían con las condiciones meteorológicas. Concretamente, son muy bajos cuando las temperaturas son especialmente elevadas (olas de calor), la humedad baja, o los vientos son fuertes. Es decir, en estas condiciones, se necesita menos igniciones, menos combustible, y menos sequía para que se generen incendios. Por lo tanto, en esas condiciones particulares los incendios son mucho más probables, siempre y cuando haya igniciones y continuidad del combustible.
El reciente incremento en sequías y olas de calor está asociado al cambio climático (ver informe IPCC 2021). Sin embargo, los incrementos en igniciones y en continuidad de la vegetación son bastante independiente del clima. El número de igniciones (tanto accidentales como provocadas) está muy relacionado con la actividad humana, y especialmente con actividades urbanas en zonas forestales o semiforestales. La continuidad de la vegetación está relacionada principalmente con el abandono rural y con plantaciones forestales densas sin una gestión apropiada.
El incremento de incendios en España en los años 70 y 80 se explica especialmente por el aumento en continuidad de la vegetación debido al abandono rural [2]. El cambio climático tuvo un papel poco relevante. A medida que dejamos que avance el cambio climático, el papel relativo del clima en los incendios aumenta. Hay que recordar que en España, y en muchos países europeos, la masa forestal está en aumento, a pesar de los incendios [3].
Por lo tanto, el incremento de las temperaturas, olas de calor y sequías facilita en gran manera los incendios, pero se requieren también igniciones y vegetación continua. Y eso es una buena noticia. Reducir las igniciones y generar discontinuidades en la vegetación es más sencillo que reducir el cambio climático (que también es necesario).
¿Qué podemos hacer?
La política de tolerancia cero a los incendios no ha funcionado en ningún país del mundo. Ni en países con presupuestos en extinción muy elevados. Eliminar los incendios de nuestros paisajes es imposible y contraproducente [4], especialmente en el marco del cambio climático. Debemos aceptar un cierto régimen de incendios y aprender a convivir con ellos.
El reto de la gestión es crear condiciones que generen regímenes de incendios sostenibles tanto ecológica como socialmente. Para conseguir esto no hay una receta sencilla ni única. Por ejemplo, no es lo mismo gestionar una zona donde los incendios se propagan por el paisaje principalmente gracias a vientos fuertes, que si lo hacen debido a la existencia de grandes extensiones forestales homogéneas [5]. En el primer caso, gestionar las igniciones puede ser lo más importante. En el segundo, la clave puede estar en gestionar el combustible.
Los incendios son especialmente peligrosos cuando se acercan a zonas semiurbanas (en la interfaz urbano-forestal) y es donde la gestión es más importante. Una manera de reducir los incendios es generar discontinuidades (horizontales y verticales) en la vegetación. Existen diversas herramientas para ello, tales como: realizar cortas y quemas prescritas, introducir herbívoros (salvajes o ganado), alternar sistemas forestales con cultivos y permitir que ardan los incendios que sean poco agresivos. Iniciativas como incentivar la actividad rural local (agricultura y ganadería extensiva) o la resilvestración (rewilding) pueden actuar en la buena dirección. Cada una de estas herramientas puede ser válida dependiendo del sitio y las condiciones, y dada la complejidad del sistema, puede ser importante utilizar una diversidad de herramientas. Ninguna de ellas elimina los incendios, pero reducen su probabilidad, su tamaño, y su intensidad.
En momentos de olas de calor o de vientos estivales fuertes (por ejemplo, durante los ponientes en Valencia) sería importante limitar las actividades humanas en el monte. Es decir, limitar el paso de vehículos y personas, incluyendo el acceso a segundas residencias situadas en entornos forestales. Si durante épocas de riesgo por pandemia se ha limitado la movilidad, quizá en momentos de máximo riesgo de incendios también se podría limitar la movilidad en zonas forestales y semiforestales. Esto es importante porque los incendios se producen cuando las igniciones coinciden con condiciones meteorológicas adversas en paisajes con suficiente vegetación. En esos escenarios, reducir las igniciones es clave.
También se podría limitar la interfaz urbano-forestal. Es decir, reducir la expansión de urbanizaciones y polígonos industriales en zonas rurales y naturales. Esta expansión, además de los efectos ambientales bien conocidos (en biodiversidad, especies invasoras, contaminación lumínica y visual, etc.), también constituyen una fuente de igniciones y hacen la vegetación más inflamable. Además, ponen en riesgo a personas e infraestructuras, y por lo tanto, convierten en catastróficos (socialmente) incluso a regímenes de incendios ecológicamente sostenibles. Los mecanismos para limitar estas zonas pueden ser diversos, incluyendo la recalificación de terrenos (a no urbanizables), o la implementación de tasas por construir en áreas con alto riesgo de incendios (pirotasas), entre otros. Y la planificación urbanística requiere considerar a los incendios, así como exigir estrategias de autoprotección alrededor de viviendas y la realización de planes de evacuación.
Otra medida importante es restaurar los humedales y otros ecosistemas litorales, ya que, a parte de los beneficios para la biodiversidad, mantienen el ciclo del agua y contribuyen a la conservación del clima [3]. La degradación de la costa (desecación de los humedales y la sobre-urbanización) contribuye a la reducción de la precipitación [3].
Y en cualquier caso, hay que reducir el consumo de combustibles fósiles. Esto ayudaría a frenar el aumento de CO₂ atmosférico, y así reducir la velocidad del cambio climático y la frecuencia de olas de calor. Y no solo por los incendios.
Referencias
[1] Pausas J.G. & Keeley J.E. 2021. Wildfires and global change. Frontiers in Ecology and Environment 19(7) [doi | wiley | pdf | brief for managers]
[2] Pausas J.G. & Fernández-Muñoz S. 2012. Fire regime changes in the Western Mediterranean Basin: from fuel-limited to drought-driven fire regime. Climatic Change 110: 215-226. [doi | springer | pdf]
[3] Pausas J.G. & Millán M.M. 2019. Greening and browning in a climate change hotspot: the Mediterranean Basin. BioScience 96:143-151. [doi | oup | blog | pdf]
[4] Pausas J.G. 2017. Acabar con los incendios es antinatural e insostenible. 20minutos (Ciencia para llevar), 13 Julio 2017. [20minutos | blog]
[5] Keeley, J.E. & Syphard, A.D. 2019. Twenty-first century California, USA, wildfires: Fuel-dominated vs. wind dominated fires. Fire Ecology, 15, 24.