No hay duda que el planeta está sometido a un calentamiento global causado por al incremento de CO2. Para evitar una pérdida de calidad de vida y de biodiversidad, se necesitan políticas de reducción de CO2, que se deben realizar a todos los niveles, tanto personal, como a nivel municipal, regional y global. Pero además de estas políticas de CO2, existen otras políticas locales relacionadas con la gestión del territorio, que pueden ser muy relevantes para luchar contra el cambio climático. En nuestro clima mediterráneo existen dos factores clave, el régimen de incendios y el régimen de sequías, que actualmente están siendo perturbados. En un artículo reciente [1] se propone que existen principalmente tres factores locales que determinan la actual dinámica de la vegetación y que afectan a los incendios y las sequías en nuestros ecosistemas:
a) El abandono rural en un entorno depauperado de herbívoros salvajes. Este aumenta las áreas de monte (áreas forestales), pero también la abundancia y continuidad de la vegetación, que es el combustible que alimentan los incendios forestales. Ello incrementa la probabilidad de incendios grandes e intensos y de incendios en la interfaz agrícola-forestal.
b) El incremento de la población urbana viviendo o visitando zonas semiurbanas (por ejemplo, incremento de viviendas en la interfaz urbano-forestal). La consecuencia es un incremento de: 1) la degradación de la biodiversidad (por ejemplo, incrementa la introducción de especies exóticas, la contaminación lumínica, el uso ineficiente del agua, etc.); 2) la probabilidad de incendios (más igniciones tanto accidentales como provocadas); y 3) la vulnerabilidad de la sociedad a los incendios (se ponen en peligro vidas e infraestructuras).
c) La degradación costera, que aumenta la sequía a través de procesos de retroalimentación negativa; es decir, la desecación de las marismas costeras, la deforestación para la agricultura y, más recientemente, la explosiva urbanización costera, han reducido drásticamente los ecosistemas originales (y su evapotranspiración) y, por lo tanto, el agua disponible para la brisa marina que en el pasado alimentaba las lluvias en las montañas de la costa [1].
Por lo tanto, las políticas de gestión del territorio para luchar contra el cambio climático deben enfocarse a dos objetivos principales: gestionar los incendios, y reducir las sequías; siempre evitando que la gestión afecte negativamente a la biodiversidad.
Figura: La perturbación de los regímenes de incendios naturales y sequías en los paisajes mediterráneos está determinada tanto por factores globales como locales. El aumento de la actividad de incendios se debe a la cantidad de combustible y la homogeneidad del paisaje generada por el abandono rural en un entorno depauperado de herbívoros y con crecientes igniciones (de origen humano) y sequías. El aumento de las condiciones secas es consecuencia del calentamiento global, pero también de las pérdidas por tormentas causadas por la perturbación del ciclo del agua generado por la degradación de los ecosistemas costeros. El incremento de población semi-urbana se refiere al incremento de población urbana viviendo en o visitando zonas de monte, incluyendo zonas de la interfaz urbano-forestal.
Políticas para la gestión de incendios: La tolerancia cero a los incendios no ha funcionado ni en España ni en ningún otro país; al contrario, la extinción total de los incendios genera ecosistemas con gran acumulación de biomasa que cuando arden lo hará con elevada intensidad produciendo incendios de grandes dimensiones (megaincendios). Esto es lo que se llama la paradoja de la extinción de los incendios. Por lo tanto, el reto de la gestión no debería ser eliminar los incendios, sino crear paisajes que generen regímenes de incendios sostenibles tanto ecológica como socialmente [2,3]. Eliminarlos es imposible, antinatural y ecológicamente insostenible [4]. Por lo tanto, en áreas cerca de zonas urbanas debe potenciarse los incendios pequeños, frecuentes, y de baja intensidad, sea aprovechando incendios naturales o realizando quemas prescritas. Además, la introducción de herbívoros, sean nativos (rewilding) o ganado, puede reducir la cantidad de combustible y por lo tanto limitar los incendios y facilitar las quemas prescritas. La gestión de los incendios también implica decisiones tan conflictivas como limitar la interfaz urbano-forestal, es decir, limitar la expansión de urbanizaciones y polígonos industriales en zonas rurales y naturales. Los mecanismos para limitar estas zonas pueden ser diversos, incluyendo la recalificación de terrenos (a no urbanizables), o la implementación de tasas (disuasorias) por construir en áreas con alto riesgo de incendios, entre otros. En las zonas ya urbanizadas, se requiere forzar la realización de planes de evacuación y multar la falta de autoprotección alrededor de las viviendas, de manera que se reparta la responsabilidad entre administración y propietarios.
Políticas para la conservación del clima: Una manera de reducir las sequías es potenciar el ciclo del agua que ha sido perturbado por la degradación de la costa. Esto implica, la conservación, restauración, y ampliación de la mayor zona posible de vegetación nativa en la zona más litoral, y en especial de los marjales litorales. Es decir, la conservación de los marjales litorales son importantes no solo para la conservación de la biodiversidad, sino también para la conservación del clima. Además, en las zonas urbanas y semiurbanas se debería potenciar los parques, jardines y zonas verdes con abundante vegetación, así como plantar árboles en todas las calles posibles. La evapotranspiración que realizaría toda esta vegetación (en sistemas naturales, urbanos y semiurbanos), beneficiaría al ciclo del agua y contribuiría a la conservación del clima. Además, la vegetación en zonas urbanas y semiurbanas también beneficia a la calidad de vida en muchos otros aspectos que no abordamos aquí. Dado que pequeños incrementos de temperatura en la costa tienen implicaciones en toda las montañas vecinas [1], es importante reducir el efecto ‘islas de calor’ que ejercen las zonas urbanas de la costa. Para ello, se podría potenciar el uso de materiales de construcción con elevada reflectividad en superficies horizontales (tejados, calles, patios, etc), cosa que disminuiría el efecto de calor urbano; además, las viviendas construidas con estos materiales requieren un menor uso de la calefacción. En la zona de montaña, se puede potenciar el uso de colectores de niebla para obtener agua para la agricultura o otros usos.
En conclusión, además de disminuir la concentración de CO2 en la atmósfera, existe un gran número de acciones que se pueden realizar con políticas locales, y que contribuirían en gran manera a la disminución de los efectos del calentamiento global y al aumento de la calidad de vida.
Más información en:
[1] Pausas J.G. & Millán M.M. 2019. Greening and browning in a climate change hotspot: the Mediterranean Basin. BioScience 96:143-151. [doi | oup | blog | pdf]
[2] Pausas J.G. 2012. Incendios forestales. Catarata-CSIC. [Libro]
[3] Pausas J.G. 2018. Incendios forestales, encrucijada natural y social. En: Ecología de la regeneración de zonas incendiadas (García Novo F., Casal M., Pausas J.G.). Academia de Ciencias Sociales y del Medio Ambiente de Andalucía. pp. 9-14. [pdf]
[4] Pausas J.G. 2017. Acabar con los incendios es antinatural e insostenible. 20minutos (Ciencia para llevar), 13 Julio 2017. [20minutos]