La DANA y las inundaciones en Valencia
Una versión más detallada de este artículo se publicó el 4 nov 2024 en la revista Mètode: “La intensidad de la DANA no justifica la severidad de la tragedia” [Español | Català | English]
La gota fría o DANA (depresión aislada en niveles altos) que se inició el 29 de octubre ha sido muy intensa y severa. Muchas estaciones meteorológicas registraron lluvias de más de 200 mm en pocas horas, llegando algunas a superar los 600 y 700 mm en un día (Fig. 1), valores superiores al total anual de la mayoría de años. Se han desbordado ríos, derribado casas y puentes construidos hace siglos, y se han inundado grandes áreas, algunas de ellas densamente pobladas. Miles de personas se han quedado incomunicadas varios días, los fallecidos ya superan los 200 y aun quedan muchos desaparecidos; los daños materiales son incontables. Llevamos varios días sin trenes en toda la provincia, ni metro en Valencia, y con muchas carreteras cortadas.
¿Por qué ha ocurrido esta catástrofe? Para contestar esta pregunta es necesario diferenciar entre las causas de esa gota fría (la intensidad del fenómeno meteorológico) y las causas de la catástrofe (la severidad de las consecuencias). Las consecuencias no solo dependen de la intensidad de la perturbación [1,2]; la situación social y las decisiones políticas también influyen, y mucho. Es decir, la catástrofe que se está viviendo en Valencia no solo depende de la intensidad de la gota fría, sino especialmente de la prevención previa y la gestión durante el evento.
Una gota fría especialmente agresiva. El mar lleva varios meses a una temperatura inusualmente elevada, lo que implica mayor evaporación y, por lo tanto, una mayor acumulación de vapor de agua en la atmósfera. Además, el aire caliente acumula más vapor de agua que el frío, y está haciendo un otoño muy cálido. Esta mayor carga de vapor de agua incrementa la probabilidad de episodios extremos de gota fría. Por lo tanto, el cambio climático incrementa la frecuencia e intensidad de estas tormentas. Además, el haber desecado los humedales costeros y sustituido los ecosistemas naturales por infraestructuras de cemento, hace que aumente la temperatura y disminuya la humedad de las brisas marinas de verano, cosa que reduce las tormentas estivales en las montañas costeras [3]. Esto facilita la acumulación de vapor de agua durante el verano. Todos estos factores condicionan la intensidad de la gota fría, pero no la severidad de sus consecuencias.
Una catástrofe colosal. Las consecuencias de la gota fría dependen de factores socioeconómicos y políticos. En Valencia y alrededores, el planeamiento urbano parece estar más orientado a obtener beneficios económicos que a ser resiliente frente a gotas frías y riadas, a pesar de que estos eventos no son nada raros en la historia de la región. A menudo se construye muy cerca de ríos, arroyos y ramblas, sin dejar espacios abiertos con vegetación para amortiguar las riadas, incluso en zonas declaradas inundables (enlace1, enlace2); y no son raras las construcciones transversales que limitan el paso del agua. Además, ha sido especialmente relevante en esta catástrofe la falta de una alerta oficial y contundente a la población por parte de la Administración (en este caso, la Generalitat Valenciana). Los meteorólogos predijeron una gota fría especialmente extrema, y la AEMET avisó con tiempo suficiente para reaccionar, pero aparentemente la Administración hizo caso omiso y no dió un aviso oficial hasta que ya era demasiado tarde (enlace); ese día (el 29) no se cerraron colegios ni empresas. Cuando ya llovía intensamente en el interior y los caudales crecían alarmantemente, no se alertó a los que vivían aguas abajo, quienes continuaban con su vida normal al no estar lloviendo en sus áreas. Como tantas veces, el limitante no es la ciencia ni la tecnología, sino las decisiones humanas y la gestión de la información [4]. Debería evaluarse si realmente fue una buena idea suprimir la Unidad Valenciana de Emergencias (enlace1, enlace2). La gestión posinundación también deja mucho que desear (enlace1, enlace2, enlace3).
Por lo tanto, algunas acciones que deberían mejorarse incluyen: 1) Implementar políticas más efectivas para reducir el cambio climático; 2) Restaurar, en la medida de lo posible, los humedales y la vegetación costera, evitando la expansión de zonas urbanas e industriales en la costa, e incrementando las zonas verdes y el arbolado en las áreas urbanas de Valencia y alrededores; 3) Realizar una planificación urbana asumiendo que fenómenos como estas inundaciones volverán a ocurrir, lo cual implica dejar espacio para que en los ríos y ramblas secas pueda crecer el nivel del agua sin problemas; 4) Contar con una unidad de emergencias altamente especializada, capaz de generar alertas localizadas y con capacidad de reacción rápida, y que sea lo más independiente posible del poder político; 5) Educar a la población a entender y reaccionar delante de los riesgos.
Referencias
[1] Pausas JG & Leverkus A. 2023. Disturbance ecology in human societies. People & Nature 5: 1082-1093. [doi | wiley | pdf | relationalthinking]
[2] Leverkus AB & Pausas JG. 2023. Las sociedades aprenden de los desastres más leves para lidiar con las grandes catástrofes. The Conversation 5 nov. 2023. [TheConversation.com]
[3] Pausas J.G. & Millán M.M. 2019. Greening and browning in a climate change hotspot: the Mediterranean Basin. BioScience 96:143-151. [doi | oup | blog | pdf]
[4] Pausas JG 2024. Science in a changing world. Front Ecol & Environ 22: e2797. [doi | pdf]